Hay personas a
las que habría que explicarles que es la tolerancia, la tolerancia
es respetar aquello que no nos justa, no comprendemos o no
compartimos.
Ahora mismo
España está sumida en plenas fiestas religiosas, cada región y
cada provincia vive su propia Semana Santa y la vive a su manera. A
pesar de que la Semana Santa es una fiesta puramente religiosa es
innegable el turismo y la atención internacional que levanta. En
esta semana y en muchas previas la industria cofrade se ponía en
marcha, desde costureras, cereros, carpinteros, bordadores, músicos
hasta periodistas, hoteleros y hosteleros.La Semana Santa
reporta económicamente riqueza a castigados sectores laborales que
ven en esta fiesta una brisa de aire fresco.
También es
importante remarcar el bajo coste económico que tiene para las arcas
públicas el celebrar esta fiesta, poca o nada es la contribución
que los Ayuntamientos hacen directamente a las Hermandades, el grueso
del coste que tiene una Hermandad lo soportan sus hermanos, que
pagamos tanto por formar parte de la Hermandad como por hacer
Estación de penitencia.
Si analizamos lo
que nos cuesta, estamos hablando de dinero público, la Semana Santa
a los ciudadanos, podríamos comprobar como la Feria de primavera, la
Navidad o los Carnavales requieren mucha más inversión. Está claro
que no son comparables estas fiestas entre si, pero mientras que
algunos se declaran totalmente contrarios a la Semana Santa, nadie
pone en entredicho el resto de fiestas.
Cuando España
ganó el Mundial de fútbol, nadie se quejó de las horas extras que
hubo que pagar a los cuerpos de Seguridad durante la celebración de
la victoria, nadie se quejó de las calles cortadas ni del ruido a
altas horas de la madrugada, tampoco escuche quejas de las horas
extras que hubo que pagar al servicio de limpieza viaria, entonces
¿Porqué nos quejamos ahora de la Semana Santa?
Algunas
personas, de una forma un tanto cínica, se quejan de que cuando
organizan manifestaciones y concentraciones públicas la afluencia de
gente es poca, mientras que los ciudadanos se vuelcan cuando “un
santo” (como ellos dicen) sale a la calle, tal vez estas personas
deberían plantearse que el motivo de la manifestación o los
organizadores de las mismas son los que echan para atrás a la
ciudadanía.
Lo que está
claro es que, creyentes o no, los ciudadanos asistimos y participamos
masivamente en la Semana Santa, y lo único que pedimos a las
personas que no les gusta es tolerancia y respeto, respeto a poder
mostrar públicamente nuestra Fe o a admirar la belleza de verdaderas
obras de arte por nuestras calles.
La libertad de
creencia, lleva implícito el derecho al respeto.